Tal y como su nombre indica, las llamadas barreras primarias son la primera línea de defensa cuando se manipulan materiales biológicos que puedan contener agentes patógenos. El concepto de barrera primaria podría asimilarse a la imagen de una «burbuja» protectora que resulta del encerramiento del material considerado como foco de contaminación.
Los EQUIPOS O PRENDAS DE PROTECCIÓN PERSONAL constituyen uno de los componentes de las llamadas barreras primarias.
El equipo de protección individual o EPI se define como cualquier equipo destinado a ser llevado o sujetado por el trabajador para que le proteja de uno o varios riesgos que puedan amenazar su seguridad o su salud, así como cualquier complemento o accesorio destinado a tal fin.
Entre las obligaciones generales del centro de trabajo está la de determinar los puestos de trabajo en los que deba recurrirse a la protección individual, proporcionar gratuitamente a los trabajadores los equipos de protección individual que deban utilizar, velar por su correcta utilización, así como reponerlos cuando resulte necesario y asegurar su mantenimiento.
Entre las obligaciones generales de los trabajadores está la obligación de utilizar y cuidar correctamente los equipos de protección individual, a colocarlos después de su utilización en el lugar indicado para ello y a informar de inmediato a su superior jerárquico de cualquier defecto, anomalía o daño apreciado en el equipo.
Equipos de protección individual que pueden ser necesarios, en algún momento, en un Laboratorio de Microbiología Clínica: los protectores de los ojos y de la cara (gafas de seguridad, pantallas faciales), los protectores de las vías respiratorias (mascarillas, máscaras), los protectores de manos y brazos (guantes, manguitos), los protectores de la totalidad del cuerpo (batas) y los protectores del oído (tapones, cascos).
Es infrecuente que en este ámbito laboral se precise algún tipo de calzado de seguridad, pero sí es necesario conocer que deben evitarse los modelos que no cubran por completo al pie y, además, que esta prenda es una fuente importante de arrastre de contaminación.
Consideraciones generales en torno a los EPI
a) Actualmente existen equipos que ofrecen un altísimo grado de protección, pero eso no significa que el EPI sea un substituto de una buena práctica de trabajo; b) la utilización de un equipo equivocado creará un riesgo adicional al operario al inspirar en éste un falso sentido de seguridad; c) el EPI se seleccionará en función del máximo nivel de riesgo que se espera encontrar al desarrollar la actividad; d) la prenda ha de ser de una talla/tamaño adecuada a la del usuario; e) cualquier EPI exige una limpieza y un mantenimiento adecuados: f) sólo pueden emplearse equipos que lleven la marca de conformidad «CE».
Protección de los ojos y de la cara. Las lentillas no proporcionan protección alguna a los ojos, por lo que no se recomienda su utilización durante el trabajo en el Laboratorio de Microbiología. En el caso de que una persona necesitara llevarlas por prescripción facultativa, y no simplemente como corrección de la visión, estaría obligada a llevar también, siempre que estuviera expuesta a un riesgo biológico y/o químico, unas gafas de seguridad.
Existen también las denominadas pantallas faciales, que ofrecen protección frente a impactos y salpicaduras. Son elementos indispensables para protegerse frente a radiaciones, como es el caso de la luz ultravioleta.
Protección de las manos y los brazos. Los guantes son quizás las prendas más empleadas, aunque no siempre se siguen correctamente las normas elementales de uso: a) las manos han de lavarse obligatoriamente al quitarse los guantes; b) el uso de los guantes debe quedar restringido para las operaciones frente a las que es necesario protegerse, de manera que es inadmisible, por ejemplo, abrir puertas con los guantes puestos, manejar volantes, coger el teléfono; c) cualquier tipo de guante no protege frente a cualquier producto químico, lo que significa que es preciso escoger el modelo según el riesgo al que se está expuesto.
Los guantes tienen un amplio uso en el laboratorio pues, además de contra riesgos biológicos y químicos, también se emplean como protección frente a riesgos físicos, como el calor o el frío en determinadas manipulaciones.
Para la protección de brazos existen los manguitos, que resultan interesantes, sobre todo, cuando la ropa que lleva el operario no es de manga larga.
Protección respiratoria. Las mascarillas en general tienen utilidad en el Laboratorio de Microbiología especialmente para protección frente a polvo (partículas), aerosoles y gases y vapores químicos. Las conocidas mascarillas tipo «cirujano» no ofrecen protección alguna.
La máscara, ya sea media máscara o máscara facial, puede resultar útil en caso de protección frente vertidos accidentales de consideración. Los diferentes filtros que se pueden acoplar hay que desecharlos como material contaminado.
El vestuario como equipo de protección. En principio es imprescindible hacer una clara distinción entre la ropa que es parte de un uniforme y las prendas del vestuario que actúan como elementos de protección individual. Además, existen una serie de recomendaciones generales, como son: a) no es aconsejable que el personal del Laboratorio de Microbiología que está en contacto con materiales contaminados emplee su ropa de calle; b) la ropa del laboratorio no debe ser nunca lavada fuera del Hospital; c) el usuario debe llevar la prenda de manera que se beneficie de su utilización pero que no resulte un elemento peligroso que arrastre contaminación fuera del laboratorio; d) el vestuario que sirve como protección personal no debe salir nunca del lugar de uso (a la biblioteca, a la cafetería, a la calle); e) en el ambiente de trabajo no se debe llevar ropa de calle que aumente la superficie corporal expuesta (pantalones cortos, sandalias).
Como parte del vestuario de protección se incluyen las batas (que se prefieren abrochadas a la espalda y con los puños elásticos) y los delantales. A veces, también resultan útiles los cubrezapatos.
Protección auditiva. Es la menos considerada en el ambiente de un Laboratorio de Microbiología, siendo habitual que el personal acepte como «normal» un nivel de ruido, procedente de aparatos y/o determinadas operaciones, por encima de los límites tolerables. Una reducción importante de estos niveles se consigue con un buen mantenimiento de los equipos.