El virus de la hepatitis C (VHC) es un problema de salud importante en todo el mundo. De acuerdo con estimaciones recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en todo el mundo hay entre 130 y 150 millones de personas infectadas con el VHC [1]. La hepatitis C se considera la primera causa de la cirrosis descompensada, carcinoma hepatocelular, trasplante de hígado y causa de muerte por enfermedad hepática, lo que representa un alto costo para la salud pública [2-4]. Aproximadamente 500.000 personas mueren anualmente por enfermedades hepáticas relacionadas con la hepatitis C [5].
Los avances en el conocimiento de los mecanismos moleculares implicados en el ciclo celular del VHC han permitido el desarrollo de una nueva familia de fármacos conocidos como antivirales de acción directa (DAAs), que han permitido desarrollar tratamientos cortos que presentan buen perfil de seguridad, una posología cómoda, así como una eficacia y tasa de curación muy altas [6]. Esto ha cambiado totalmente el panorama de la hepatitis C durante los dos últimos años. Ahora, la hepatitis C es una enfermedad curable en más de un 95% de los casos [6].
La OMS recomienda realizar serología de hepatitis C a los individuos que forman parte de una población con alta prevalencia de VHC o que tienen una historia de exposición al riesgo y/o conductas de riesgo para la infección por este virus [1]. La detección del VHC requiere una prueba inicial de cribado serológico seguido de una prueba para la detección de ARN del VHC en sangre (ya sea cuantitativa o cualitativa) para confirmar la infección activa por VHC. Una proporción de las personas expuestas al VHC (prueba de anticuerpos positiva) eliminará la infección por VHC, ya sea espontáneamente o con tratamiento. En este sentido, El diagnóstico del VHC debe basarse en la detección del VHC (RNA o Ag-core) en sangre para establecer la infección activa por VHC.
El cribado de la infección por VHC es rentable ya que el retraso en el diagnóstico es uno de los puntos limitantes del acceso de los pacientes a las terapias e implica una progresión a enfermedad avanzada y un contagio potencial a otras personas [7]. El diagnóstico precoz de la infección por VHC constituye el primer paso hacia la posible erradicación de la infección por VHC a través del tratamiento. Sin embargo, las estrategias clásicas de cribado de la infección por el VHC han demostrado un rendimiento limitado al aplicarlas a nivel poblacional y en grupos de riesgo de difícil acceso, como los sujetos adictos a drogas por vía parenteral (ADVP). Por tanto, las estrategias alternativas para la detección del VHC también deben tenerse en cuenta en la toma de decisiones sobre los planes de diagnóstico y tratamiento de la infección por VHC, ya que puede ser un buen complemento para aquellos que se llevan a cabo en los centros de atención sanitaria. En este sentido, se han utilizado varios tipos de ensayos para la detección de anticuerpos de HCV con relativamente alta sensibilidad y especificidad [8]. Estas pruebas son simples, rápidas, permiten usar una muestra alternativa (sangre por punción capilar o el fluido oral), y la entrega de los resultados al mismo tiempo. Sin embargo, no evitan la realización de una prueba confirmatoria de infección activa por el VHC. Por otra parte, con el uso de nuevos DAAs, sería de esperar que la proporción de individuos con infección VHC activa pudiera disminuir, mientras que se mantuviera la proporción de individuos seropositivos VHC [9].
Así, los expertos han recomendado recientemente la realización de pruebas para la detección de infección activa (ARN del VHC o Ag-core) en lugar de seguir el cribado clásico, omitiendo la prueba de anticuerpos [6,10].
Bibliografía:
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